Lucho Bugallo

Sospechan que grupos K rompieron silobolsas, quemaron campos y atacaron chacareros

Dirigentes agropecuarios fundan sus dudas en que, excepto el ministro de Agricultura, nadie del Gobierno condenó los ataques, del discurso de Hebe Bonafini y del hecho que, hasta ahora, la policía no encontró un solo culpable.

Hace más de un siglo que en el campo de los De Raedemaeker, en Oliva, Córdoba, si se pedía por agua, era mirando al cielo, por la sequía, la maldición natural de todo chacarero que rompe la simbiosis entre la lluvia y la tierra: el equilibrio mágico para mejorar la cosecha.

Así pasó hasta la semana del 25 de mayo. A las dos y media de la tarde de un día que parecía ser igual a cualquiera, ya con la pandemia acechando a las grandes urbes, los vecinos de los campos linderos llamaron a Gabriel De Raedemaeker para avisarle que en su lote había fuego. Mucho fuego, Un incendio. El hombre llegó a las apuradas. Alguien había entrado por un camino de tierra, no cercano a la ruta 9, y ya dentro del lote que compró su bisabuelo, había encendido una mecha que a esa altura eran llamaradas esparcidas por el viento.

Se quemaron 5 hectáreas de trigo y 30 de maíz. De Raedemaeker terminó de apagarlo todo, con ayuda de sus amigos que viven lo más cerca posible, y de los bomberos, pasadas las once de la noche. Dos eucaliptos gigantes se habían encendido por dentro y aun echaban chispas peligrosas. Estaba cansado, sucio de hollín, con dos hidrolavadoras, cuando se pudo sentar en relativa paz. En la casa estaba su familia. Las llamas no llegaron a asustarlos del todo.

De Raedemaeker es el vicepresidente de la Confederación Rurales Argentinas (CRA). Denunció o de inmediato que ese incendió que jamás pasó en más de cien años en los que sus ancestros y él mismo se ganan la vida con la agricultura, fue intencional: «Lo hicieron a propósito. Se metieron dentro de mi campo, prendieron el fuego. Fue un atentado. Lo tomé con cierto humor, pero es grave. No solo por las pérdidas económicas. Fue un atentado contra la propiedad privada. Como si a un taxista le rayaran el auto. Como si alguien te tajeara las ruedas de una camioneta», se quejó ante Clarín el dirigente rural.

CRA emitió un comunicado en el que se resumía la seguidilla de incidentes de severidad variable que ayudaron a ampliar el sentimiento que los hombres y mujeres del agro expresaron con el banderazo de ayer. No fue solo una protesta por el caso de la posible expropiación de Vicentín. «La rotura de silobolsas, el abigeato, asesinatos de productores, e incendios intencionales, desde CRA los venimos denunciando y cada vez con más frecuencia… quizás algunos enajenados crean que con estos actos vandálicos taparán la realidad; sepan que tarde o temprano la verdad asoma irrefrenable», decía ese texto, algo premonitorio. Todo siguió durante las semanas siguientes.

Todo eso que, denuncian desde CRA, la Sociedad Rural Argentina, Coninagro y la Federación Agraria creían haber olvidado durante los últimos años. Ayer mismo, en la zona cercana a la localidad de Armstrong, Santa Fe, otros silobolsas, donde los chacareros guardan su cosecha para esperar el mejor momento para venderla, a salvo de las inclemencias meteorológicas, aparecieron rotas. «Miren, feliz día de la bandera, esta es la democracia que quieren los peronistas», se enojó el dueño de esa producción mientras filmaba el atentado, dando también por seguro que sus atacantes pertenecen a alguno de los sectores políticos del oficialismo. Hechos similares, que le generan pérdidas millonarias a quienes invirtieron dinero muy importante en soja, maíz o trigo, asustaron a la Argentina agraria, de Córdoba a Entre Ríos, pasando por Santa Fe, y lo mismo en Buenos Aires, durante las últimas semanas.

Salvo los gobernadores Juan Schiaretti, Omar Perotti y Gustavo Bordet, ninguna autoridad nacional hizo declaraciones de repudio al respecto, en el sentido de anunciar que el Estado haría lo posible para encontrar a los culpables de esos delitos. El ministro de Agricultura de la Nación, Luis Basterra, sacó un comunicado oficial de repudio cuando el fuego consumió al campo de los De Raedemaeker.

El diputado bonaerense Luciano Bugallo, de la Coalición Cívica, pidió que el cuerpo legislativo al que pertenece apoye un proyecto de declaración en el que declara «el enérgico repudio a diversos ataques sufridos contra la propiedad privada con actos de vandalismo en distintas zonas rurales del país».

Un texto similar habían hecho circular de modo oficial, pero en la Cámara de Diputados de la Nación, los legisladores opositores Lucila Lehman, Juan Martin Benedetti, Pablo Torello y Ricardo Buryaile.

La cronología de acontecimientos extraordinarios y violentos contra ruralistas es apabullante.

El 31 de enero se prendió fuego la camioneta de un ruralista que había protestado contra el Gobierno en la provincia de Chaco.

El 3 de marzo hubo roturas a los silobolsas de campos en Egusquiza, Santa Fe, y Capilla Fassi.

También en marzo: se robaron semillas en campos de Salto Grande, también en Santa Fe; y se volvió a tajear de modo adrede a silobolsas en otra localidad de esa provincia llamada Cañada Rosquin. En Alcira Grandes, Córdoba, otro hombre del campo denunció un ataque similar a su cosecha que creía guardada.

En abril, se rompieron silobolsas en Santa Teresa y varias localidades más del sur santafesino.

En mayo, más roturas de silobolsas asolaron a productores del agro en Francisco Madero, Buenos Aires.

En Jerónimo Sud, Santa Fe, no solo se rompieron más silobolsas si no que también se robaron cereales de campos de la zona.

En los alrededores de la ciudad de Las Parejas, en Santa Fe, hubo robos diversos pero raros a productores del lugar.

Todos se conocen. Todos saben lo que pasa en caminos donde es de intrépidos meterse para cometer alguna tropelía.

En Pehuajó, Buenos Aires, el pueblo de la Tortuguita Manuelita, de María Elena Walsh (a la entrada de la localidad un monumento recuerda esa canción inmortal), también hubo grupos de sagaces que arruinaron cosechas guardadas en silobolsas que terminaron estalladas en medio de los campos.

La rotura de un silobolsa no se produce solamente con un tajo hecho con un cuchillo. Aunque no se debe contar con una gran tecnología para lograr ese objetivo vil, sí hace falta tajear esa gran bolsa que explota de granos para arruinarla y por ende también a lo que guarda.

Una vez fuera del silobolsa, los granos deben volver a juntarse y les queda una única salida económica: liquidarlos al precio que sea.

Gracias al legislador Bugallo, a De Raedemaeker, y a otros dirigentes de la Sociedad Rural, Clarín logró enumerar parte de hechos iguales que aparecen salteados pero unánimente similares en el corazón de la pampa agraria nacional. No alcanzarían dos páginas de este diario para enumerarlos en apenas una línea.

Entre el martes y el miércoles pasado, en un campo de la localidad de Arteaga, a 15 kilómetros del límite de esa localidad con Beravedú, delincuentes desconocidos robaron 400 quintales de soja que estaban guardados en silobolsas. Esta vez no los rompieron. Entraron al galpón del dueño de esa cosecha, le robaron un tractor y el «chimango», la máquina para recuperar el cereal guardado, y se especula con que se lo llevaron otro tractos con dos acoplados, informó el portal www.ahoracasilda.com.ar.

El azote a los silobolsas, los incendios en los campos se aceleraron en el mes de junio.

Hechos de esas características -más quemas de alfalfa o carneadas de vacas, por ejemplo- se sucedieron en estas localidades de las provincias de Córdoba, Santa Fe, Entre Ríos y Buenos Aires: San Jerónimo, Cruz Alta, Pujato, Oliva, Tandil, San Andrés de Giles, General Belgrano, Baradero, Hilario Ascasubi, Chacabuco, Pergamino, y más aún.

¿Por qué los ruralistas sospechan de ser el objetivo del kirchnerismo anti-campo?

Además del silencio del Gobierno Nacional al respecto, salvo la excepción del ministro Basterra, quizás por declaraciones como las que hizo la titular de las Madres de Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini en enero del 2019, por lo que fue denunciado por diputadas como Marcela Campagnolli por «incitación a la violencia». Dijo Bonafini en aquel tiempo: «Si tenemos coraje, hay que acompañar a la gente, quemarles los campos. Cuando estén por sacar la soja, se los quemen, que no puedan recoger nada, que recojan cenizas. Vamos a ver, cuando quememos unos cuantos campos, si van a seguir tirando glifosato».

El presidente de la Sociedad Rural Argentina, Daniel Pelegrini, dijo que «los ataques a los silobolsas y a la propiedad privada, los incendios de cosechas y rollos, los robos de hacienda e incluso el ataque a personas nos tiene muy alarmados, porque es un fenómeno creciente en todo el país». En los últimos meses «pasó de ser algo episódico a una práctica cada vez mas frecuente. Es muy frustrante porque atenta contra el trabajo de meses. La producción que se destruye, es el resultado del esfuerzo y la inversión de todo un año», agregó Pelegrina. Señalo que «muchas veces los productores y las familias se endeudan para producir, y es con esos granos almacenados en los silobolsas que se destruyen, con lo que cubren y saldan esas deudas, y deben vivir y hacer frente a salarios, inversiones e impuestos a lo largo de año hasta la próxima cosecha».

A Pelegrina le llamó la atención «la saña y la impunidad con la que ocurren estos ataques. Es inevitable pensar que no es solo vandalismo sino que hay un componente ideológico de odio y resentimiento, alimentado por una visión prejuiciosa del productor agropecuario. No vemos una condena explícita y firme de este tipo de ataques, que son necesarias además de mayor patrullaje rural». «Desde la Comisión de Enlace de Entidades Agropecuarias hemos pedido audiencia con la Ministro de Seguridad y con el Ministro del Interior para abordar éstos temas y evitar que la ausencia de la autoridad, lleve a los productores a llenar ese vacío con acciones propias, pero no hemos tenido resultado aún», agregó Pelegrina.

De todos los hechos enunciados en este artículo, ni la Justicia, ni las policías provinciales, encontraron a un solo culpable.

Por Clarín.